Dos semanas antes de hacer el primer trasplante de plantones, empecé a preparar el suelo del huerto ecológico. Había leído algunos blogs al respecto y casi ninguno se ajustaba completamente a las posibilidades que ofrecía mi jardín.
La primera decisión era la relativa al tamaño del huerto. Algunos consejos hablaban de 6x1'5 m con el objeto de configurar cuatro cuadrantes de 1'5x1'5 de tal modo que se pudiera llegar a todos los rincones del huerto sin tener que pisarlo. ¡No tener que pisar el huerto resultaba importantísimo según todos los sabios! Como no tenía espacio para tantos metros, y como tampoco tengo idea de cuánto trabajo añadido van a proporcionar los trabajos del huerto, opté por experimentar con un tamaño de 3x1'5 m.
Establecido el tamaño, hubo que decidir la orientación del huerto. Como hay que "encañar", eso es, disponer tutores por los que algunas plantas deben ser guiadas en su camino hacia arriba, había que evitar que un lado estuviese siempre expuesta al sol y la otra siempre a la sombra. Así pues, los 3 metros de longitud del huerto irían de este a oeste, por las limitaciones del jardín, y dispondría posteriormente los "encañados" de norte a sur, con lo que el sol deberá llegar a casi todas partes en su decurso diario.
Marqué en el suelo el espacio que ocuparía el huerto ecológico y me dispuse a los trabajos de transformación del suelo. Inicialmente el suelo estaba duro, tras décadas de ser pisado, y con un color blanquecino. Casi no había más opciones que procurarse un pico y una pala para empezar a trabajar, y presumía que mi zona lumbar peligraba en el intento y, con ello, el futuro del huerto ecológico. Afortunadamente conseguí una magnifica cultivadora eléctrica de jardín por 60€ (se puede ver en las fotos) con la que fue posible realizar el trabajo de roturar la tierra hasta una profundidad de unos 30 cms, eliminando además todas las piedras que fueron apareciendo. Cuatro pasadas con la cultivadora fueron suficientes para observar cómo la tierra mullida había aumentado su volumen sobresaliendo unos 20 cm por encima del anterior nivel del suelo. A continuación añadí dos sacos de compost, cada uno de unos 20 litros, y los mezclé con la tierra de nuevo con la cultivadora. Finalmente añadí unos 15 litros de estiercol de caballo que casualmente llegaron a casa. Todo fue revuelto mediante la cultivadora, de modo que el resultado fue que la tierra sin piedras había aumentado tanto de volumen que ahora estaba unos 30 cm por encima del anterior nivel del suelo. La nueva tierra tenía un aspecto muy suelto, esponjoso, de color oscuro y con mucha capacidad para retener la humedad.
Para evitar que la tierra se desparramara por el jardín había que sujetarla de modo que no invadiera espacios que no le correspondían. Tampoco quería hacer nuevas inversiones para resolver esta situación, de modo que recurrí a unas piedras sobrantes que ya estaban en el jardín (se pueden ver en las fotos). Primero amontoné dentro de sus límites toda la nueva tierra mediante una pala. Después dispuse las piedras en el perímetro del huerto ecológico un poco enterradas en el mismo, pero sobresaliento unos 20 cm sobre la superficie general del jardín. Las sujeté con unas estacas (se puede ver en las fotos) para que no cayeran dentro del huerto. Elaboré las estacas a partir de ramas que había guardado tras la poda invernal de jacarandás, que producen unas ramas largas, estrechas y muy rectas. Ya estaban suficientemente secas. Una vez asegurados los límites del huerto, distribuí homogeneamente con la pala la tierra en su nuevo lecho que casi parecía un sarcófago. Al final tras el efecto de las piedras, no calculado previamente, la superficie útil de huerto ecológico quedó en 2'8x1'2 m. Estuvimos bromeando con la nueva tumba que teníamos en el jardín, de la que esperábamos que surgiera toda la vida posible. Estos trabajos me llevaron una semana, y durante la semana siguiente me dediqué a mantener húmedo el huerto ecológico mediante una fina lluvia diaria al anochecer, hasta que llegó el momento del transplante de plantones.
La primera decisión era la relativa al tamaño del huerto. Algunos consejos hablaban de 6x1'5 m con el objeto de configurar cuatro cuadrantes de 1'5x1'5 de tal modo que se pudiera llegar a todos los rincones del huerto sin tener que pisarlo. ¡No tener que pisar el huerto resultaba importantísimo según todos los sabios! Como no tenía espacio para tantos metros, y como tampoco tengo idea de cuánto trabajo añadido van a proporcionar los trabajos del huerto, opté por experimentar con un tamaño de 3x1'5 m.
Establecido el tamaño, hubo que decidir la orientación del huerto. Como hay que "encañar", eso es, disponer tutores por los que algunas plantas deben ser guiadas en su camino hacia arriba, había que evitar que un lado estuviese siempre expuesta al sol y la otra siempre a la sombra. Así pues, los 3 metros de longitud del huerto irían de este a oeste, por las limitaciones del jardín, y dispondría posteriormente los "encañados" de norte a sur, con lo que el sol deberá llegar a casi todas partes en su decurso diario.
Marqué en el suelo el espacio que ocuparía el huerto ecológico y me dispuse a los trabajos de transformación del suelo. Inicialmente el suelo estaba duro, tras décadas de ser pisado, y con un color blanquecino. Casi no había más opciones que procurarse un pico y una pala para empezar a trabajar, y presumía que mi zona lumbar peligraba en el intento y, con ello, el futuro del huerto ecológico. Afortunadamente conseguí una magnifica cultivadora eléctrica de jardín por 60€ (se puede ver en las fotos) con la que fue posible realizar el trabajo de roturar la tierra hasta una profundidad de unos 30 cms, eliminando además todas las piedras que fueron apareciendo. Cuatro pasadas con la cultivadora fueron suficientes para observar cómo la tierra mullida había aumentado su volumen sobresaliendo unos 20 cm por encima del anterior nivel del suelo. A continuación añadí dos sacos de compost, cada uno de unos 20 litros, y los mezclé con la tierra de nuevo con la cultivadora. Finalmente añadí unos 15 litros de estiercol de caballo que casualmente llegaron a casa. Todo fue revuelto mediante la cultivadora, de modo que el resultado fue que la tierra sin piedras había aumentado tanto de volumen que ahora estaba unos 30 cm por encima del anterior nivel del suelo. La nueva tierra tenía un aspecto muy suelto, esponjoso, de color oscuro y con mucha capacidad para retener la humedad.
Para evitar que la tierra se desparramara por el jardín había que sujetarla de modo que no invadiera espacios que no le correspondían. Tampoco quería hacer nuevas inversiones para resolver esta situación, de modo que recurrí a unas piedras sobrantes que ya estaban en el jardín (se pueden ver en las fotos). Primero amontoné dentro de sus límites toda la nueva tierra mediante una pala. Después dispuse las piedras en el perímetro del huerto ecológico un poco enterradas en el mismo, pero sobresaliento unos 20 cm sobre la superficie general del jardín. Las sujeté con unas estacas (se puede ver en las fotos) para que no cayeran dentro del huerto. Elaboré las estacas a partir de ramas que había guardado tras la poda invernal de jacarandás, que producen unas ramas largas, estrechas y muy rectas. Ya estaban suficientemente secas. Una vez asegurados los límites del huerto, distribuí homogeneamente con la pala la tierra en su nuevo lecho que casi parecía un sarcófago. Al final tras el efecto de las piedras, no calculado previamente, la superficie útil de huerto ecológico quedó en 2'8x1'2 m. Estuvimos bromeando con la nueva tumba que teníamos en el jardín, de la que esperábamos que surgiera toda la vida posible. Estos trabajos me llevaron una semana, y durante la semana siguiente me dediqué a mantener húmedo el huerto ecológico mediante una fina lluvia diaria al anochecer, hasta que llegó el momento del transplante de plantones.
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