Viernes 15 de mayo. A las 21.00 h se detiene el goteo y voy hasta las matas de pimiento a la búsqueda y captura del caracol, aún no es de noche pero ya no hay sol y sí humedad. Al pie de la mata a la que el día anterior le habían roído las hojas, encuentro un pequeño ejemplar de apenas un centímetro. Imagino que estaría preparándose para entrar en acción y sin pensarlo dos veces me abalanzo sobre él, lo cojo con dos dedos, lo miro ¿a la cara? y lo envío a otro alojamiento rural con vistas. Se acabó el problema.
A las 23.00 h decido volver. Tras debatir conmigo mismo si era adecuado servir cerveza nacional o de importación a caracoles, sin entrar a considerar si estos tenían la edad legal para tomar alcohol, tomo mi linterna-dinamo-de-oferta y me voy a la caza y captura del caracol. Allí había una concentración -silenciosa- de caracoles recorriendo los tubos del goteo que riegan el seto de cipreses, desde los cuales se desplazaban siguiendo el rastro del agua hasta el linde del huerto, ¡hacia los pimientos! Ahora ya estaba claro: salían del talud de piedra, iban al goteo y de allí al huerto. Ensimismado en la operación, no advierto que mi ir y venir, linterna en ristre a horas intempestivas, ha despertado la curiosidad de los vecinos, que dudan entre llamar a la policía o a las autoridades de salud mental cuando me reconocen.
Solucionados los asuntos vecinales, recojo entre diez y doce ejemplares de tamaños variados y les ofrezco "realojarse". Mi huerto está limpio de caracoles.
Esta mañana he comprobado satisfecho que mis pimientos han resistido la noche y que no hay rastros de babas.
He aislado el huerto del seto evitando que se junten las humedades de los riegos, he levantado un pequeño caballón delante de los cipreses y otro al final del huerto, es una franja de tierra polvorienta y seca que parece que no les gusta demasiado a los caracoles y babosas.
A las 23.00 h decido volver. Tras debatir conmigo mismo si era adecuado servir cerveza nacional o de importación a caracoles, sin entrar a considerar si estos tenían la edad legal para tomar alcohol, tomo mi linterna-dinamo-de-oferta y me voy a la caza y captura del caracol. Allí había una concentración -silenciosa- de caracoles recorriendo los tubos del goteo que riegan el seto de cipreses, desde los cuales se desplazaban siguiendo el rastro del agua hasta el linde del huerto, ¡hacia los pimientos! Ahora ya estaba claro: salían del talud de piedra, iban al goteo y de allí al huerto. Ensimismado en la operación, no advierto que mi ir y venir, linterna en ristre a horas intempestivas, ha despertado la curiosidad de los vecinos, que dudan entre llamar a la policía o a las autoridades de salud mental cuando me reconocen.
Solucionados los asuntos vecinales, recojo entre diez y doce ejemplares de tamaños variados y les ofrezco "realojarse". Mi huerto está limpio de caracoles.
Esta mañana he comprobado satisfecho que mis pimientos han resistido la noche y que no hay rastros de babas.
He aislado el huerto del seto evitando que se junten las humedades de los riegos, he levantado un pequeño caballón delante de los cipreses y otro al final del huerto, es una franja de tierra polvorienta y seca que parece que no les gusta demasiado a los caracoles y babosas.
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